Mil ciudades

La contraposición violencia/no-violencia es un producto infame, totalmente ideológico; tan elástico que puede ser utilizado según la conveniencia de cada quien. En la naturaleza no existe. Al contrario, existen hechos, causas y efectos, procesos, interacciones. Las moléculas de un gas sobrecalentado se agitan. Se descubre el cómo, se esboza una teoría, se hacen unos cálculos. A nadie le pasa por la cabeza dar un juicio moral sobre su agitación.

Existen organismos unicelulares que, sin poseer un sistema nervioso, muestran una serie de comportamientos "inteligentes", por ejemplo para buscar alimento. Sin embargo, comienzan a agitarse de manera caótica cuando el alimento escasea: en lugar de quedarse quietos para no malgastar demasiada energía, hacen exactamente lo contrario. Buscando desesperadamente con que alimentarse para sobrevivir, consumen más de prisa lo poco que hay.

El hombre es un animal social. Sus necesidades son infinitamente más complejas que las de un organismo unicelular. Entra en agitación por razones mucho menos importantes que la cantidad vital de comida. Al contrario, si está en el nivel elemental de supervivencia, sufre de inanición, mientras que se cabrea enormemente cuando le quitan lo que ha conquistado o, aún más, cuando empieza a hacer comparaciones, no ya con lo que ha sido, sino con lo que podría ser.Los manifestantes coordinados en más de mil ciudades de 80 países han levantado pancartas con un mensaje esencial y, por lo tanto, de máxima eficacia. Nosotros somos el 99% pero el 1% restante es el que dicta la ley, se lo come todo y nos condena al círculo infernal de la necesidad insatisfecha. ¡Elemental! Marx sistematizó este asunto desde el punto de vista teórico, individualizando los procesos de formación del valor y aquellos de su distribución entre las clases (El Capital, Tomo III, Las rentas y sus fuentes). Como se sabe, él llegó a la conclusión que no se trata de repartir equitativamente el valor, sino de eliminar las clases sociales. De transformar el tiempo de trabajo en tiempo de vida. Nunca las revoluciones han sucedido para repartir la riqueza con "justicia", han sido totalitarias, quien ha vencido se ha adueñado siempre de todo.

La burguesía, exactamente esa misma que ahora grita sus insoportables lamentaciones a propósito "del saqueo de Roma" (es decir tres coches quemados y unos escaparates rotos), ayudada en esto por una legión de rufianes, se quitó del medio a los señores feudales sin pedírselo "por favor": hizo trabajar la guillotina sin descanso, derrotó a ejércitos dinásticos, arrasó Europa entera a hierro y fuego, y continuó su obra colonizando el mundo entero con los métodos que todos conocemos. Sobre todo, sometió a la esclavitud asalariada a miles de millones de proletarios chupándoles la sangre. Y hoy en día habla de no violencia, mientras apoya las matanzas en Libia, una guerra tribal teledirigida que flota encima de un mar de petróleo. ¿Violencia de parte de quien y contra quien?

¿Por qué -se preguntan los guardianes de la tranquilidad capitalista- entre miles de ciudades, sólo ha habido violencias en Atenas y Roma? Y sobreentienden la presencia subversiva, así llamada anarco-insurreccionalista. Hacen muestra de no saber que desde febrero el mundo está en fibrilación. Han borrado las "banlieues" (los barrios periféricos) de Paris y Londres. Han archivado los incendios de Chicago, Watts, Los Ángeles. Creyendo que pueden utilizar contra el "comunismo" las doscientas mil revueltas al año de los proletarios y campesinos chinos.

Si, de verdad, queremos dar un sentido a la pregunta, veremos que en Atenas van ocurriendo despidos y haciéndose recortes que han obligado a decenas de miles de personas a abandonar las ciudades para volver al campo, donde algunos pueden, por lo menos, sobrevivir. Veremos que en Italia hay alrededor de diez millones de trabajadores "atípicos", es decir precarios y súper-explotados; y que dos o tres millones están en paro. Ya no queda nadie que no esté afectado por esta carnicería, que no tenga algún familiar obligado a vivir de la ayuda de otros, que no vea en su entorno a alguien condenado al hambre. Incluso un cretino comprenderá, mediante un cálculo estadístico sencillo, que entre las masas de millones de jóvenes cabreados, algunos miles empezarán forzosamente a agitarse. Y dado que un ser humano con su sistema nervioso, es bastante más complejo que una bacteria, el intercambio de informaciones no se hace ya a través de fricciones entre bigotes, sino utilizando Internet, desplazándose en tren o en avión de una ciudad a otra, descargando la rabia contra los símbolos de aquellos que te prometen el paraíso del dios dinero y luego te lo niegan.

Tripas y piernas preceden a la sistematización teórica, la organización llega la última. ¡No queremos líderes! gritan miles de jóvenes en miles de ciudades. Hay que esperar que hayan comprendido ya que los únicos líderes posibles, hoy por hoy, son únicamente los emisarios infiltrados de aquel 1% que aparece en sus pancartas. Es obvio que tarde o temprano tendrán que pensar en organizarse. Facebook no es suficiente y el estado tiene todo el interés en crear un máximo de confusión: indignados y ultras, marxistas y delincuentes. En Londres, la "politique-politicienne", es decir la política posible hoy, se ha emparejado con la delación más horrible. En Atenas les han dado una paliza a los violentos haciendo piquetes en defensa del parlamento. En Roma han sacado una muestra impresionante de esbirros espontáneos, incluso algunos patéticos ex alborotadores "rómpelotodo", hoy mucho más aguerridos que los esbirros del estado (¡Jóvenes, si por casualidad en alguna época les habéis seguido, imprimiros bien en la cabeza lo que dicen hoy!). Ya era hora para que salieran a la luz los campeones de la política. Los márgenes para la mistificación se estrechan cada vez más, se comprende bien que los "alborotadores", digan lo que digan de ellos mismos y piensen lo que piensen, representan un papel tornasol muy eficaz. ¿Violencia? Vamos, además del advenimiento histórico de la burguesía, resulta hasta demasiado trivial recordar que solamente en Italia hay tres muertos diarios en accidentes laborales, que los accidentes de carretera provocan una decena de muertos, que la mala asistencia médica es causa de una treintena de muertos diarios, más o menos; sin hablar de las guerras, etc, etc...

Hay quien dice que los ataques de los chavales, las llamas, las cargas policiales, las detenciones y todo eso han quitado importancia a la gran manifestación de 300.000 personas en Roma y a las demás manifestaciones desarrolladas contemporáneamente en otras miles de ciudades. Es cierto. Pero ello se debe a que los medios de informaciòn sacan más provecho de los hechos espectaculares que de la rutina. Y las manifestaciones-procesiones se han transformado, justamente, en pura y gris rutina. No hay nada más soporífico que la repetición invariable de las costumbres sindicales al uso; no hay nada más triste que ver jóvenes que gritan "no a la violencia" mientras los policías les muelen a palos (como vimos en Madrid). No hay nada más engañoso que autodefinirse "indignado" en lugar de cabreado, rebelde, subversivo, hasta comunista (admitiendo que todavía se sepa lo que significa).

Se indigna el intelectual, el cura, el moralista. Por deber profesional fingen indignarse también el político y el periodista. Sin embargo, es fácil constatar cuanta eficacia han tenido sesenta años de indignación en contra de las manifestaciones del poder burgués. Menos mal que los media han trascendido el pantano de los cándidos indignados o de los funestos politicastros, mostrándonos de manera difusa la poco digerible punta del iceberg. El potencial telúrico que ha trastornado medio mundo tiene solo dos caminos posibles para seguir manifestándose: o bien madurar hacia formas radicales, dotándose de objetivos y de organización, o bien integrarse en la práctica política corriente.

Millones de personas han desafiado las armas de los estados arriesgando su vida. Miles han muerto y están muriendo, sin una perspectiva programática, únicamente porque estaban hartos de una vida sin sentido. Las fotogénicas llamaradas, los jóvenes enmascarados, las falanges policiales de las metrópolis occidentales, son epifenómenos de un caos planetario; lo que está en juego es la supervivencia de un sistema que hace aguas por todas partes. De manera paradójica, exactamente allí donde la mistificación es mayor, también ocurre allí el potencial más alto. La burguesía occidental recién acababa de suspirar aliviada diciendo: "cierto, en el Norte de África y en Oriente Medio estaban peleando por la democracia, pero aquí, como la democracia ya la tenemos...". Y vaya, la respuesta ha llegado más rápida que el pensamiento homologado: también "aquí", en miles de ciudades, millones de personas luchan contra una vida sin sentido. En las pancartas del 99% no hay ni una reivindicación, solamente una constatación. Será duro lanzarse por una vía nueva pero ¿cuál "reforma" podría desarraigar la naturaleza de un sistema social? Cuando en Nueva York un millar de manifestantes ha intentado hacer una sentada en el puente de Brooklyn, la policía ha detenido a 700. Después de lo cual, el alcalde ha concedido una plaza-ghetto en la que puedan desfogarse sin fastidiar.

Clásico. ¿Y luego qué? La burguesía americana, aquel 1% que cuenta, ha manifestado ya sus sentimientos: "Matad a estos bolcheviques, hacedlos pedazos". Ya lo habían dicho a propósito de los libres hackers de la red. Podéis indignaros si queréis.

Ya se sabe, muchos rechazan de palabra la "violencia", y sin embargo, en su interior, están hasta el gorro de la demagogia y están contentos cuando se rompe el aburrimiento mortal de las procesiones. De todas maneras, en Roma, la mayoría de los manifestantes se quedó inactiva, tanto frente a los "alborotadores", como frente a los subesbirros espontáneos y a los viejos nostálgicos del PCI (Partido Comunista Italiano). Estos últimos se han encontrado sin preparación alguna. Se acabaron los tiempos de los importantes servicios de orden; amargados por la impotencia, se han limitado a insultar y a lanzar al asalto (en algunos casos a retener) a unos ancianos militantes súper agitados. Muy apreciadas las teorías del complot: algo parecido a cierta organización de los alborotadores ha producido más de una tesis a posteriori sobre: quién maniobra a quién y qué cosa. En realidad la organización era única, basada sobre los medios modernos de comunicación, compartidos, internacionales. Una espontaneidad ordenada detrás de la cual se han arrimado los viejos organismos político-sindicales.

Mucho interclasismo, por lo tanto. El proletariado totalmente ausente en cuanto clase. Una pálida señal de polarización social que ha contrapuesto a quienes están o creen estar en contra del capitalismo y a quienes se acomodan mejor o peor dentro de él, utilizando todas sus categorías políticas, sindicales, parlamentarias, democráticas. Una buena dosis de histeria burguesa debida al simple e inequívoco miedo. Nada que pueda preocupar de verdad a los aparatos de la clase dominante, salvo el inquietante (para ellos) extenderse a nivel planetario de la protesta y de su organización en red. En el "trasfondo" de una sociedad que ya no funciona, faltan las salvadoras, proverbiales y corruptoras migas que caen del banquete.

El proceso en curso es irreversible. De la crisis histórica de las relaciones de valor no se sale. Los reflejos sobre la sociedad podrán producir caos, demagogia o represión, sin embargo ya se siente en el aire que las viejas categorías políticas quedan abandonadas para uso exclusivo de histéricos zombis. En este momento el capitalismo está en peligro sólo a causa de si mismo. Sin embargo se está abriendo camino la convicción de que puede no ser la única forma social posible. Romper escaparates es inútil y también un poco estúpido, sin embargo, si estuviéramos en la piel de un burgués, rezaríamos a la virgen mártir de Roma para que la masa de los cabreados no se ponga a buscar algo de verdad útil e inteligente. Lo cual, por supuesto, sucederá.